"Una increible belleza que se conserva impecable, una joya que nos remonta a las mejores epocas del ferrocarril en nuestro pais y una nostalgia para muchos de la historia de esta locomotora y su maquinista....."
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Esta belleza, en los talleres Rosario de la empresa F.C.C.A. inglesa, en 1915, se construyera una pequeña réplica, que hasta hace unos años atrás se la podía ver en el gran "hall" de la estación Retiro. El público introducía una moneda en la ranura y la "maquinita" comenzaba a mover sus émbolos.
Es curioso destacar que, cuando fue instalada, los aportes recolectados se destinaron al Patronato de la Infancia. En agosto de 1915 el atractivo juguete reunió la formidable suma de $ 781, 58, dinero de la época, y para 1918 se había redondeado la cantidad de $ 9.271, 40, que se destinaron a la construcción de un edificio.
Un folleto confeccionado en 1931, amplía el comentario: "…La estación Retiro fue inaugurada el 2 de agosto de 1915. Como detalle curioso debemos mencionar que en su interior, frente al hall de las boleterías, se exhibe una locomotora, facsímile reducido de una de las grandes máquinas empleadas en los trenes expresos del Central Argentino, la que, mediante una moneda de diez centavos, funciona por espacio de medio minuto. Sus ruedas recorren, termino medio, una distancia figurada de arriba de 800 km. al año, o sea mayor de la que separa a Córdoba de la Capital Federal. El producto que recolecta, sin deducción alguna, se destina a aumentar los fondos del Patronato de la Infancia, los cuales desde la instalación de la diminuta máquina, hasta fin del año 1930, han sido beneficiados con 55.214 m/n.".
El descuido y la falta de mantenimiento hicieron con el tiempo que la "maquinita" dejara de funcionar, y que los ocasionales y desaprensivos transeúntes dañaran los vidrios del receptáculo que la alojaba y utilizaran éste para introducir todo tipo de desperdicios. Ello dio motivo para que el 27 de agosto de 1986, se enviara una nota a las autoridades de la empresa ferroviaria, la cual fue muy bien acogida y se dispuso su reparación. Años después fue retirada del lugar y llevada al Taller de Artesanos.
En la actualidad permanece en la planta baja del edificio que la Facultad de Ingeniería posee como anexo en la avenida Las Heras 2.214 del barrio porteño de la Recoleta. Su estado es impecable y se la ha dotado de un dispositivo eléctrico, que mediante la pulsación de un botón, hace girar sus ruedas como en otros tiempos. La conservación de esta maravilla se encuentra a cargo del Museo de Ciencia y Técnica de la mencionada Universidad.
La misma posee el mueble original.
Dentro de la cabina se colocaron a modo de recuerdo a los maquinistas vestidos de blanco como realmente lucian, dado la pulcritud con que trabajaba Savio, algo que llamaba la atencion en la epoca ya que el trabajo con una vaporera no era del todo pulcro.
Un lateral de la locomotora esta abierta para poder ver parte de sus mecanismos.
La placa que la identifica, construida por los talleres del F.C.C.A. en Rosario, Provincia de Santa Fe.
LA LOCOMOTORA 191
Era enorme, negra, reluciente. Los entendidos la encontraban hermosa, cuando avanzaba con potentes bufidos al frente de una formación, envuelta de humo y vapor. Tenía un nombre: 191; y fue tal vez, la locomotora más popular del país durante muchos años.
La 191, vaya a saberse porqué singulares designios, cobró un prestigio casi mitológico, como si la estirpe de los acerados dragones que se deslizan sobre rieles cupieran una heráldica y un destino. Lo cierto es que la 191, primero para los ferroviarios del antiguo Ferrocarril Central Argentino.
Era enorme, negra, reluciente. Los entendidos la encontraban hermosa, cuando avanzaba con potentes bufidos al frente de una formación, envuelta de humo y vapor. Tenía un nombre: 191; y fue tal vez, la locomotora más popular del país durante muchos años.
La 191, vaya a saberse porqué singulares designios, cobró un prestigio casi mitológico, como si la estirpe de los acerados dragones que se deslizan sobre rieles cupieran una heráldica y un destino. Lo cierto es que la 191, primero para los ferroviarios del antiguo Ferrocarril Central Argentino.
EL HOMBRE - SU VIDA Y TRAYECTORIA FERROVIARIA.
Por un error de escritura, o quizás el verdadero luego castellanizado, el apellido figura como Sahabio en la partida de su bautismo celebrado el 30 de agosto de 1882 en la parroquia San Cipriano del pueblo de Las Heras, provincia de Buenos Aires. Le puso óleo y crisma en su bendición el capellán don Antonino García y lo tuvieron en brazos sus tíos, a partir de ese momento sus padrinos, don José Padovay y doña María Ribondi.
Nació el 9 de agosto de 1882 en la zona rural de Cañuelas, hijo de un matrimonio de colonos italianos dedicados a la agricultura compuesto por don Juan Sahabio y doña Rosa Ribondi.
Francisco "Pancho" Savio, contrajo enlace en primeras y únicas nupcias en la provincia de Tucumán con María Díaz, sin dejar descendencia. Sobre su deceso hay quienes llegaron a crear una patraña, pues llegaron a decir "que encontró la muerte bajo las ruedas de la máquina 191, por evitar el recalentamiento de un eje, producida a la altura de las actuales señales de la parada ferroviaria que hoy lleva su nombre". (Argentina Harrand de Travi "Apuntes sobre Biografía y Semblanza del Partido de Escobar y su capital Belén de Escobar", Municipalidad de Escobar, 1976).
En realidad falleció de muerte natural el 6 de octubre de 1963, en el Policlínico Ferroviario Central, ubicado en la zona portuaria de Retiro, cuando contaba 81 años de edad (Registro Civil Capital Federal, Sección Central, Tomo 3º, Partida Nº 2642) y fue sepultado en el cementerio de San Martín. La máquina 191 estuvo permanentemente afectada al servicio del ramal Buenos Aires-Rosario, efectuando recorridos en trenes expresos y comerciales. Con ello se deduce, que tanto la 191 como Savio, no llegaron a transitar y quizás no llegaron a conocer el lugar donde posteriormente se creara la Parada Kilómetro 48, la cual años después llevaría el nombre de este maquinista.
Ingresó a la empresa ferroviaria el 1º de marzo de 1896, a los 13 años de edad, como mensajero de de Vía y Obras, formando parte de la compañía del Ferrocarril Buenos Aires y Rosario, empresa que luego se fusionó con el Ferrocarril Central Argentino (actual T.B.A., sociedad concesionaria de los ramales de la Línea Mitre).
Pasó luego al galpón de máquinas, ubicado en la estación San Martín, de la localidad homónima. Fue limpiador, engrasador, ayudante de mecánico y ajustador. Hizo las cuatro categorías de foguista y durante un año y medio trabajó en la Sección Norte. A Savio - entonces un atlético joven de aire romántico - le apasionaban las locomotoras y cuando tenía un rato libre, corría hacia el parque para tocar y admirar las fascinantes máquinas que exhalaban vahos calientes; su mirada se dirigía hacia el puesto de comando donde estaba el maquinista. "Pronto - anunció a sus familiares - llegaré a manejar una locomotora". Fue el comienzo de una carrera que debió llevar hacia la leyenda.
En 1904 pasó a La Banda, Santiago del Estero, debido a que se habían quemado algunos furgones, pues las locomotoras se alimentaban con leña y el personal destacado en aquel sitio no era práctico en la utilización del carbón, por tal motivo él debió indicarles la manera de usarlo. En 1906 le fue tomado examen de maquinista por Ricardo Dalindo y Carlos Reynolds, aprobando con brillantes calificaciones. El 1º de enero de 1907, un parte de la empresa consignaba que Savio, en el ínterin, había ingresado en la Sección Tracción como maquinista de quinta.
Corría el año 1908, cuando don Gabino Luchi, uno de los poquísimos argentinos a quienes los ingleses hicieron justicia al promoverlo a altos cargos, lo hizo trasladar de estación La Banda a San Martín, pueblo donde sus padres habían edificado una vivienda en la calle Saavedra Nº 134 (actual 1824) entre Lincoln y Moreno, distante 200 metros de la estación San Martín, lugar donde vivió con su familia hasta el final de sus días.
Para adquirir experiencia le tocó dirigir varios trenes y una de las primeras máquinas que tripuló fue la Nº 151, después se le asignó la conducción de la locomotora 161, con la cual recorrió unos 160.000 Km., entre Retiro y Rosario, a una velocidad de marcha de 93 Km., por hora (Trenes de Inspección y El Comercial a Rosario). El primer servicio de trenes de este trayecto inaugurado en 1910, lo tuvo como partícipe.
La 161, reluciente siempre hasta en su más mínimo detalle, se engalanaba para los viajes especiales. La gente de los pueblos se congregaba al costado de la vía o se agolpaba en las estaciones - donde se había previsto parada - para admirar al tren en sus recorridas solemnes en las cuales generalmente incluía también al coche blanco del presidente de la República, que se había dado en llamarle el "elefante blanco" y que era el más lujoso que hasta entonces se había construido en el mundo y estaba distribuido en tal forma que podía circular en vías de trochas anchas, medianas y angostas.
En pocos años, apenas seis, considerando las exigencias del escalafón ferroviario, fue promovido a la primera categoría. Estábamos en 1912, Savio ya se entregaba apasionadamente a su vocación.
Para destacar su gigante y hercúlea estatura, vestía chaqueta blanca, pantalón de impecable raya y puños almidonados. "Parecía, decían sus compañeros, que concurría a una fiesta de gala en lugar de ubicarse en la cabina junto al foguista tiznado de carbón". Pero Savio era así, un caballero desde el jopo hasta los talones, pasando por los enhiestos bigotes.
Su voz era clara y sonora, desde la empinada robustez de su pecho de atleta, asombraba el ademán inmenso de sus morenas manos, su cabeza un tanto abultada hacía resaltar la línea atrevida de la nariz aquilina, mientras sus ojos tendían al mirar, la fijeza propia de los grandes pájaros de presa, hechos a escrutar el fondo interminable de las distancias.
Su figura comienza a trascender. Un reconocimiento a su dedicación se ve reflejado en un artículo publicado en la "Revista del F. C. Central Argentino" del mes de octubre de 1914, que, con el estilo típico de la época, dice respecto a él: "No extrañéis, pues, amable lector, que al llegar hasta nosotros la fama que entre los superiores y empleados del Central Argentino tiene el aludido y su máquina, nos hayamos impuesto, como un deber grato de nuestra profesión, el hacer esta nota ligera e ilustrada que, a la par de enaltecer a un buen empleado, puede servir de algún estímulo para aquellos otros que pertenecen al personal de la Compañía".
En otra parte del reportaje expresaba: "La 161 es una máquina obediente, una vez a toda marcha, se puso en Rosario partiendo de Buenos Aires, en 3 horas, 45 minutos. Ahora sucesos notables en mi vida de maquinista no tengo, soy un hombre sin historia, jamás he sabido lo que es un choque, lo que sí, he agarrado varios animales en las vías y también algunas personas imprudentes o beodas. Estas son tristes consecuencias de nuestro oficio".
Seguidamente, el periodista le preguntaba: "¿Es cierto que lo van a encargar a otra máquina? - Cierto, tintineó Savio con un dejo de amargura en la voz, voy a prestar servicios en la 191, otra locomotora que pesa 10 toneladas más que ésta". Y así sin saberlo, Savio empezaba a entrar en la historia grande del ferrocarril.
Un día lo llamaron, junto al andén se encontraba trepidante y lustrosa la 191. "Usted será, en lo sucesivo, el maquinista de la 191", la orden fue terminante, Savio se estremeció, iba a gobernar la "Emperatriz", se convertía en el capitán de la unidad insignia de todos los ferrocarriles argentinos. A partir de ese momento comenzó a presentarse más atildado y elegante, hasta su foguista debía venir impecable, rasurado y limpio.
Con tozada astucia rogó y exigió algunas reformas, en principio todas las llaves, manijas y elementos metálicos de la cabina se reemplazaron por piezas de reluciente bronce. El mismo efectuó una "decoración", dado toques señoriales a su trono. Cuando descendía en alguna estación, luciendo la famosa chaqueta blanca y moño negro al cuello, parecía salido de una función en el Colón, la gente lo comentaba y su figura se hizo muy popular permanentemente unida a la 191.
La vida de Savio en su tranquila residencia de San Martín, recuerda algunos episodios pintorescos. "A veces le preguntaban a su esposa si estaba casado con ella o con la 191". Cuando la locomotora entraba en reparaciones, iba a verla todos los días. De noche inquieto, solía revolverse en la cama y expresaba: "Que me la traten con cuidado, si no estoy yo para controlarlos, son capaces de cualquier barbaridad".
El Príncipe Humberto de Saboya, primer heredero de un trono que llega al país en 1924 y que visitó a Savio en la cabina de mando, le dijo: "Usted es el Garibaldi de los maquinistas". Un año después, el Príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, al estrechar su mano exclamó: "Gentleman, me han hablado mucho de usted". Savio era famoso, un modelo viviente, un personaje a quien un romántico cronista de la época llamó "El Caballero del Cisne" con claras reminiscencias wagnerianas. Más "sic transit gloria mundi".
"La vida de muchos ciudadanos ilustres ha estado en mis manos", evocaba ante sus amigos y los nombraba"Roosevelt, Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Irigoyen, Alvear y otros; "…todos ellos me han honrado con cartas y tarjetas de felicitaciones, me han llamado a sus coches o llegado a la máquina a estrecharme su mano".
"Cuando lleve en 1912 al doctor Hipólito Irigoyen a Rosario, año que ganó las primeras elecciones, él en persona, acompañado del doctor José Camilo Crotto, llegaron a la cabina y me dio las instrucciones para el viaje…". "En las estaciones Escobar, Campana, Zárate, Baradero, San Pedro, etc., deténgase el tiempo suficiente como para que los amigos puedan ponerse en contacto conmigo". Y le señalaba los horarios de las paradas, los que eran cumplidos con precisión.
Durante la gira que efectuó por la línea del Ferrocarril Central Argentino el presidente del directorio en Londres, Lord Forres, le tocó conducir el tren que lo trasladaba. Por tal motivo, luego, recibió un trofeo de bronce con la siguiente inscripción: "Recuerdo de la visita del The R't Hon' The Lord Forres P. C. - Enero 1929 - F. Savio", adjunto de una nota que decía: "Me es grato remitirle este objeto que he pensado le gustará tener como recuerdo de mi visita a la Argentina, que podría ser colocado en la máquina a su cargo. Los viajes efectuados fueron sumamente agradables y debo felicitar a usted, no solo por su bien y cuidado manejo, sino también por las buenas condiciones en que se encuentra la máquina.
Llegaban nuevas épocas, se traían de Inglaterra y Hungría otras unidades de tracción más modernas. La 191 empavesada y brillando en la penumbra de Retiro (aquél había sido un día de fiesta), lo vio acercarse una noche no había nadie sobre el andén, Savio trepó a la cabina, controló los mandos y las fulgencias del bronce, quitó un cuadrito que lo mostraba gallardo y erguido junto a "su" locomotora; después descendió lentamente y se perdió en la noche. Fue el adiós.
El maquinista Francisco Savio se jubiló en 1932, luego de prestar 36 años de servicios. Toda la prensa de Buenos Aires y la del interior del país dedicaron un espacio en sus redacciones a esta noticia y sumaron a ella referencias de su trayectoria, recuerdos y anécdotas. Lo mismo ocurrió en Inglaterra y otras partes del mundo, donde también se ocuparon del asunto.
* Vengan vean los testimonios de mi eficiencia en el servicio - exclama Savio invitando a los periodistas y guiándolos hacia un rincón de su dormitorio en donde así como otros suelen tener un altar, el cuidaba cariñosamente numerosos objetos colocados sobre una repisa y colgados en una pared adornos de bronce de su máquina, cartas, menciones, notas oficiales y particulares donde se elogiaba su pericia.
*¿La 191 es una locomotora famosa, verdad? Le preguntan. - Claro. Yo la he tenido a mi cuidado durante 17 años, la había transformado en una verdadera joya, la había adornado con todo esto que ustedes ven. Miren esta relojera de bronce con el retrato del doctor Marcelo Torcuato de Alvear. El doctor fue muy gentil conmigo; miren las cartas suyas que tengo en este cuadro, me felicita en todas.
*¿Es cierto que su máquina causaba la admiración de los curiosos en todas partes? - Así es, en todas las estaciones en que se detenía, el público la rodeaba para admirarla. Grandes y chicos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres me pedían como un favor especial que los dejara ascender un segundo a mi máquina, sobre todo cuando conducía algún personaje. En ocasiones la adornaba con flores y banderas. No vayan a creer que la 191 es la única máquina de su tipo que existe, no; sería que yo la tenía pálida y brillante, como una joya, porque esa ha sido mi mayor preocupación y lo que más he exigido a los foguistas y limpiadores. Habían de verme cuando llegaba a una estación con mi ropa y gorra blanca, prendas que, aunque mis compañeros me han criticado mucho, yo he llevado como símbolo de mi profesión y de mi vida.
*Estas críticas fueron la causa de que yo me alejara de La Fraternidad hace ya unos quince años. Sin embargo he sido una personalidad dentro del gremio al cual me he dado durante 20 años. En 1911 con Juan Sebastián y otro compañero intervine como delegado de los obreros del riel ante la comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados de la Nación, para hacer anular el famoso artículo 11 que era un perjuicio para nosotros en la ley de jubilación. He desempeñado todos los puestos dentro de la sección San Martín, he reemplazado a Sebastián en varias oportunidades, he sido revisor de cuentas de nuestra sociedad y he presidido varios congresos ferroviarios. Tengo mi foja de servicio "bien efectiva" en tiempos de empresas duras y personajes bravos.
*¿Qué hará ahora que comienza una nueva vida? - Nada. Pasear. Andar. Divertirme decentemente con mi familia y mis amigos. Ir a teatros, cinematógrafos, fiestas…! Hay tantas cosas que conocer! Sobre todo cuando se tiene cincuenta años apenas y un futuro como el mío - responde y ríe con una sonora carcajada, contento, feliz. (Diario Crítica 26-10-1932).
El personaje escapado de un viejo cuento de gigantes, abandonó este mundo, la noticia apeno a muchos en el ferrocarril, que lo admiraban y veían en él una reliquia. Dos semanas más tarde, alguien nos comentó, que en un cruce de las proximidades a la estación Maizales, situada en el kilómetro 304 del territorio santafesino, una locomotora impactó a un camión cisterna y salió de vías destruyéndose. Un parte dictado en la gerencia del Ferrocarril Mitre, anunció el epílogo "…declarase radiada del servicio la locomotora 191".
Su fama, ejemplo de conducta y humildad, sería reconocida cinco años después de su fallecimiento. El 23 de agosto de 1968, una resolución de la presidencia de Ferrocarriles Argentinos designaba con el nombre de "Maquinista Savio" a la Parada Km. 48 del Ferrocarril Mitre. De esta forma se rendía homenaje a un servidor que el destino señaló para una descollante y legendaria actuación.
Si bien no conviene hacer un paralelismo total entre un hombre y una máquina, en este caso la tentación es fuerte. Quizás en una dimensión que no alcanzamos a comprender, Savio "el Rey de los Maquinistas", a bordo de la 191, toca fuerte el silbato y hace guiños enigmáticos con el espeso humo que sale de su "Emperatriz".
Por un error de escritura, o quizás el verdadero luego castellanizado, el apellido figura como Sahabio en la partida de su bautismo celebrado el 30 de agosto de 1882 en la parroquia San Cipriano del pueblo de Las Heras, provincia de Buenos Aires. Le puso óleo y crisma en su bendición el capellán don Antonino García y lo tuvieron en brazos sus tíos, a partir de ese momento sus padrinos, don José Padovay y doña María Ribondi.
Nació el 9 de agosto de 1882 en la zona rural de Cañuelas, hijo de un matrimonio de colonos italianos dedicados a la agricultura compuesto por don Juan Sahabio y doña Rosa Ribondi.
Francisco "Pancho" Savio, contrajo enlace en primeras y únicas nupcias en la provincia de Tucumán con María Díaz, sin dejar descendencia. Sobre su deceso hay quienes llegaron a crear una patraña, pues llegaron a decir "que encontró la muerte bajo las ruedas de la máquina 191, por evitar el recalentamiento de un eje, producida a la altura de las actuales señales de la parada ferroviaria que hoy lleva su nombre". (Argentina Harrand de Travi "Apuntes sobre Biografía y Semblanza del Partido de Escobar y su capital Belén de Escobar", Municipalidad de Escobar, 1976).
En realidad falleció de muerte natural el 6 de octubre de 1963, en el Policlínico Ferroviario Central, ubicado en la zona portuaria de Retiro, cuando contaba 81 años de edad (Registro Civil Capital Federal, Sección Central, Tomo 3º, Partida Nº 2642) y fue sepultado en el cementerio de San Martín. La máquina 191 estuvo permanentemente afectada al servicio del ramal Buenos Aires-Rosario, efectuando recorridos en trenes expresos y comerciales. Con ello se deduce, que tanto la 191 como Savio, no llegaron a transitar y quizás no llegaron a conocer el lugar donde posteriormente se creara la Parada Kilómetro 48, la cual años después llevaría el nombre de este maquinista.
Ingresó a la empresa ferroviaria el 1º de marzo de 1896, a los 13 años de edad, como mensajero de de Vía y Obras, formando parte de la compañía del Ferrocarril Buenos Aires y Rosario, empresa que luego se fusionó con el Ferrocarril Central Argentino (actual T.B.A., sociedad concesionaria de los ramales de la Línea Mitre).
Pasó luego al galpón de máquinas, ubicado en la estación San Martín, de la localidad homónima. Fue limpiador, engrasador, ayudante de mecánico y ajustador. Hizo las cuatro categorías de foguista y durante un año y medio trabajó en la Sección Norte. A Savio - entonces un atlético joven de aire romántico - le apasionaban las locomotoras y cuando tenía un rato libre, corría hacia el parque para tocar y admirar las fascinantes máquinas que exhalaban vahos calientes; su mirada se dirigía hacia el puesto de comando donde estaba el maquinista. "Pronto - anunció a sus familiares - llegaré a manejar una locomotora". Fue el comienzo de una carrera que debió llevar hacia la leyenda.
En 1904 pasó a La Banda, Santiago del Estero, debido a que se habían quemado algunos furgones, pues las locomotoras se alimentaban con leña y el personal destacado en aquel sitio no era práctico en la utilización del carbón, por tal motivo él debió indicarles la manera de usarlo. En 1906 le fue tomado examen de maquinista por Ricardo Dalindo y Carlos Reynolds, aprobando con brillantes calificaciones. El 1º de enero de 1907, un parte de la empresa consignaba que Savio, en el ínterin, había ingresado en la Sección Tracción como maquinista de quinta.
Corría el año 1908, cuando don Gabino Luchi, uno de los poquísimos argentinos a quienes los ingleses hicieron justicia al promoverlo a altos cargos, lo hizo trasladar de estación La Banda a San Martín, pueblo donde sus padres habían edificado una vivienda en la calle Saavedra Nº 134 (actual 1824) entre Lincoln y Moreno, distante 200 metros de la estación San Martín, lugar donde vivió con su familia hasta el final de sus días.
Para adquirir experiencia le tocó dirigir varios trenes y una de las primeras máquinas que tripuló fue la Nº 151, después se le asignó la conducción de la locomotora 161, con la cual recorrió unos 160.000 Km., entre Retiro y Rosario, a una velocidad de marcha de 93 Km., por hora (Trenes de Inspección y El Comercial a Rosario). El primer servicio de trenes de este trayecto inaugurado en 1910, lo tuvo como partícipe.
La 161, reluciente siempre hasta en su más mínimo detalle, se engalanaba para los viajes especiales. La gente de los pueblos se congregaba al costado de la vía o se agolpaba en las estaciones - donde se había previsto parada - para admirar al tren en sus recorridas solemnes en las cuales generalmente incluía también al coche blanco del presidente de la República, que se había dado en llamarle el "elefante blanco" y que era el más lujoso que hasta entonces se había construido en el mundo y estaba distribuido en tal forma que podía circular en vías de trochas anchas, medianas y angostas.
En pocos años, apenas seis, considerando las exigencias del escalafón ferroviario, fue promovido a la primera categoría. Estábamos en 1912, Savio ya se entregaba apasionadamente a su vocación.
Para destacar su gigante y hercúlea estatura, vestía chaqueta blanca, pantalón de impecable raya y puños almidonados. "Parecía, decían sus compañeros, que concurría a una fiesta de gala en lugar de ubicarse en la cabina junto al foguista tiznado de carbón". Pero Savio era así, un caballero desde el jopo hasta los talones, pasando por los enhiestos bigotes.
Su voz era clara y sonora, desde la empinada robustez de su pecho de atleta, asombraba el ademán inmenso de sus morenas manos, su cabeza un tanto abultada hacía resaltar la línea atrevida de la nariz aquilina, mientras sus ojos tendían al mirar, la fijeza propia de los grandes pájaros de presa, hechos a escrutar el fondo interminable de las distancias.
Su figura comienza a trascender. Un reconocimiento a su dedicación se ve reflejado en un artículo publicado en la "Revista del F. C. Central Argentino" del mes de octubre de 1914, que, con el estilo típico de la época, dice respecto a él: "No extrañéis, pues, amable lector, que al llegar hasta nosotros la fama que entre los superiores y empleados del Central Argentino tiene el aludido y su máquina, nos hayamos impuesto, como un deber grato de nuestra profesión, el hacer esta nota ligera e ilustrada que, a la par de enaltecer a un buen empleado, puede servir de algún estímulo para aquellos otros que pertenecen al personal de la Compañía".
En otra parte del reportaje expresaba: "La 161 es una máquina obediente, una vez a toda marcha, se puso en Rosario partiendo de Buenos Aires, en 3 horas, 45 minutos. Ahora sucesos notables en mi vida de maquinista no tengo, soy un hombre sin historia, jamás he sabido lo que es un choque, lo que sí, he agarrado varios animales en las vías y también algunas personas imprudentes o beodas. Estas son tristes consecuencias de nuestro oficio".
Seguidamente, el periodista le preguntaba: "¿Es cierto que lo van a encargar a otra máquina? - Cierto, tintineó Savio con un dejo de amargura en la voz, voy a prestar servicios en la 191, otra locomotora que pesa 10 toneladas más que ésta". Y así sin saberlo, Savio empezaba a entrar en la historia grande del ferrocarril.
Un día lo llamaron, junto al andén se encontraba trepidante y lustrosa la 191. "Usted será, en lo sucesivo, el maquinista de la 191", la orden fue terminante, Savio se estremeció, iba a gobernar la "Emperatriz", se convertía en el capitán de la unidad insignia de todos los ferrocarriles argentinos. A partir de ese momento comenzó a presentarse más atildado y elegante, hasta su foguista debía venir impecable, rasurado y limpio.
Con tozada astucia rogó y exigió algunas reformas, en principio todas las llaves, manijas y elementos metálicos de la cabina se reemplazaron por piezas de reluciente bronce. El mismo efectuó una "decoración", dado toques señoriales a su trono. Cuando descendía en alguna estación, luciendo la famosa chaqueta blanca y moño negro al cuello, parecía salido de una función en el Colón, la gente lo comentaba y su figura se hizo muy popular permanentemente unida a la 191.
La vida de Savio en su tranquila residencia de San Martín, recuerda algunos episodios pintorescos. "A veces le preguntaban a su esposa si estaba casado con ella o con la 191". Cuando la locomotora entraba en reparaciones, iba a verla todos los días. De noche inquieto, solía revolverse en la cama y expresaba: "Que me la traten con cuidado, si no estoy yo para controlarlos, son capaces de cualquier barbaridad".
El Príncipe Humberto de Saboya, primer heredero de un trono que llega al país en 1924 y que visitó a Savio en la cabina de mando, le dijo: "Usted es el Garibaldi de los maquinistas". Un año después, el Príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, al estrechar su mano exclamó: "Gentleman, me han hablado mucho de usted". Savio era famoso, un modelo viviente, un personaje a quien un romántico cronista de la época llamó "El Caballero del Cisne" con claras reminiscencias wagnerianas. Más "sic transit gloria mundi".
"La vida de muchos ciudadanos ilustres ha estado en mis manos", evocaba ante sus amigos y los nombraba"Roosevelt, Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Irigoyen, Alvear y otros; "…todos ellos me han honrado con cartas y tarjetas de felicitaciones, me han llamado a sus coches o llegado a la máquina a estrecharme su mano".
"Cuando lleve en 1912 al doctor Hipólito Irigoyen a Rosario, año que ganó las primeras elecciones, él en persona, acompañado del doctor José Camilo Crotto, llegaron a la cabina y me dio las instrucciones para el viaje…". "En las estaciones Escobar, Campana, Zárate, Baradero, San Pedro, etc., deténgase el tiempo suficiente como para que los amigos puedan ponerse en contacto conmigo". Y le señalaba los horarios de las paradas, los que eran cumplidos con precisión.
Durante la gira que efectuó por la línea del Ferrocarril Central Argentino el presidente del directorio en Londres, Lord Forres, le tocó conducir el tren que lo trasladaba. Por tal motivo, luego, recibió un trofeo de bronce con la siguiente inscripción: "Recuerdo de la visita del The R't Hon' The Lord Forres P. C. - Enero 1929 - F. Savio", adjunto de una nota que decía: "Me es grato remitirle este objeto que he pensado le gustará tener como recuerdo de mi visita a la Argentina, que podría ser colocado en la máquina a su cargo. Los viajes efectuados fueron sumamente agradables y debo felicitar a usted, no solo por su bien y cuidado manejo, sino también por las buenas condiciones en que se encuentra la máquina.
Llegaban nuevas épocas, se traían de Inglaterra y Hungría otras unidades de tracción más modernas. La 191 empavesada y brillando en la penumbra de Retiro (aquél había sido un día de fiesta), lo vio acercarse una noche no había nadie sobre el andén, Savio trepó a la cabina, controló los mandos y las fulgencias del bronce, quitó un cuadrito que lo mostraba gallardo y erguido junto a "su" locomotora; después descendió lentamente y se perdió en la noche. Fue el adiós.
El maquinista Francisco Savio se jubiló en 1932, luego de prestar 36 años de servicios. Toda la prensa de Buenos Aires y la del interior del país dedicaron un espacio en sus redacciones a esta noticia y sumaron a ella referencias de su trayectoria, recuerdos y anécdotas. Lo mismo ocurrió en Inglaterra y otras partes del mundo, donde también se ocuparon del asunto.
* Vengan vean los testimonios de mi eficiencia en el servicio - exclama Savio invitando a los periodistas y guiándolos hacia un rincón de su dormitorio en donde así como otros suelen tener un altar, el cuidaba cariñosamente numerosos objetos colocados sobre una repisa y colgados en una pared adornos de bronce de su máquina, cartas, menciones, notas oficiales y particulares donde se elogiaba su pericia.
*¿La 191 es una locomotora famosa, verdad? Le preguntan. - Claro. Yo la he tenido a mi cuidado durante 17 años, la había transformado en una verdadera joya, la había adornado con todo esto que ustedes ven. Miren esta relojera de bronce con el retrato del doctor Marcelo Torcuato de Alvear. El doctor fue muy gentil conmigo; miren las cartas suyas que tengo en este cuadro, me felicita en todas.
*¿Es cierto que su máquina causaba la admiración de los curiosos en todas partes? - Así es, en todas las estaciones en que se detenía, el público la rodeaba para admirarla. Grandes y chicos, viejos y jóvenes, hombres y mujeres me pedían como un favor especial que los dejara ascender un segundo a mi máquina, sobre todo cuando conducía algún personaje. En ocasiones la adornaba con flores y banderas. No vayan a creer que la 191 es la única máquina de su tipo que existe, no; sería que yo la tenía pálida y brillante, como una joya, porque esa ha sido mi mayor preocupación y lo que más he exigido a los foguistas y limpiadores. Habían de verme cuando llegaba a una estación con mi ropa y gorra blanca, prendas que, aunque mis compañeros me han criticado mucho, yo he llevado como símbolo de mi profesión y de mi vida.
*Estas críticas fueron la causa de que yo me alejara de La Fraternidad hace ya unos quince años. Sin embargo he sido una personalidad dentro del gremio al cual me he dado durante 20 años. En 1911 con Juan Sebastián y otro compañero intervine como delegado de los obreros del riel ante la comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados de la Nación, para hacer anular el famoso artículo 11 que era un perjuicio para nosotros en la ley de jubilación. He desempeñado todos los puestos dentro de la sección San Martín, he reemplazado a Sebastián en varias oportunidades, he sido revisor de cuentas de nuestra sociedad y he presidido varios congresos ferroviarios. Tengo mi foja de servicio "bien efectiva" en tiempos de empresas duras y personajes bravos.
*¿Qué hará ahora que comienza una nueva vida? - Nada. Pasear. Andar. Divertirme decentemente con mi familia y mis amigos. Ir a teatros, cinematógrafos, fiestas…! Hay tantas cosas que conocer! Sobre todo cuando se tiene cincuenta años apenas y un futuro como el mío - responde y ríe con una sonora carcajada, contento, feliz. (Diario Crítica 26-10-1932).
El personaje escapado de un viejo cuento de gigantes, abandonó este mundo, la noticia apeno a muchos en el ferrocarril, que lo admiraban y veían en él una reliquia. Dos semanas más tarde, alguien nos comentó, que en un cruce de las proximidades a la estación Maizales, situada en el kilómetro 304 del territorio santafesino, una locomotora impactó a un camión cisterna y salió de vías destruyéndose. Un parte dictado en la gerencia del Ferrocarril Mitre, anunció el epílogo "…declarase radiada del servicio la locomotora 191".
Su fama, ejemplo de conducta y humildad, sería reconocida cinco años después de su fallecimiento. El 23 de agosto de 1968, una resolución de la presidencia de Ferrocarriles Argentinos designaba con el nombre de "Maquinista Savio" a la Parada Km. 48 del Ferrocarril Mitre. De esta forma se rendía homenaje a un servidor que el destino señaló para una descollante y legendaria actuación.
Si bien no conviene hacer un paralelismo total entre un hombre y una máquina, en este caso la tentación es fuerte. Quizás en una dimensión que no alcanzamos a comprender, Savio "el Rey de los Maquinistas", a bordo de la 191, toca fuerte el silbato y hace guiños enigmáticos con el espeso humo que sale de su "Emperatriz".
Deberían devolverla al "Hall" central de la estación Retiro, frente a los andenes 1 y 2; donde estuvo hasta 1986. Gracias
ResponderBorrarlamentablemente la terminarían rompiendo o robando en horas de la noche...
Borrarhola yo de niño esperaba llegar a retiro para poner una moneda y ver al tren.porfavor si tienen mas fotos enviar.es parte de mi infancia
ResponderBorrarYo también jugaba en la década del 60 con esa réplica. Mi abuela me llevaba a Retiro, sólo para ver la locomotora que funcionaba con monedas
ResponderBorrarYo vivía en Malaver. Cuando íbamos a Constitución a ver a mis abuelos, viajábamos en tren. Al pasar por Retiro, la cita obligada era la réplica de "La Emperatriz", que encendía sus luces y se movía ante mis atónitos ojos. Muchas gracias a la Facultad de Ingeniería de la UBA por rescatarla del olvido. Ya iré al término de esta pandemia con mi hijo a visitarla nuevamente para reencontrarme con mis propios recuerdos...
ResponderBorrarRecuerdo haber pasado ocasionalmente por la estacion retiro y al encontrarme con esta hermosa replica fue como amor a primera vista, yo no se que es mejor, si está donde esta esta a salvo, o llevarla a retiro aunque hoy por hoy esta vigilado por PFA, y empresa de seguridad y hay muchas camaras.
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